
Manuel Sacristán Luzón (1925-1985), filósofo y militante comunista del siglo XX, fue un hombre comprometido con su tiempo histórico, intelectual orgánico del movimiento por la emancipación social. Su punto de vista, anclado en el racionalismo clásico de la historia filosófica mediterránea y europea, se enriquecía con el estudio de la lógica formal y la filosofía de la ciencia modernas.
De ese modo, su obra teórica nos descubre perspectivas renovadoras del marxismo, tanto en la versión de materialismo histórico que pretende aportar cientificidad a la política del movimiento obrero y popular, como para el materialismo dialéctico en su estudio de las formas y los principios fundamentales para la emancipación humana. Su vida práctica estuvo ligada a las vicisitudes del movimiento comunista: el triunfo en la Segunda Guerra Mundial, el fracaso de la URSS en la construcción del socialismo, la burocratización de las sociedades posrevolucionarias y los partidos comunistas, la previsión de una evolución conservadora en las relaciones internacionales y el descubrimiento de los problemas ecológicos en el presente histórico. Vivió con plena consciencia esas coyunturas históricas, adoptando una actitud ética y políticamente coherente, comprendiendo la historia humana como un proceso emancipatorio, cuya realización no está asegurada por su naturaleza.
Miguel Manzanera, autor del libro, es profesor de filosofía, escritor y activista político.
Francisco Erice es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo, recientemente jubilado
Crónica del acto
Miguel Manzanera presentó en El Manglar Ecosistema Cultural «La trayectoria intelectual de Manuel Sacristán», síntesis de su tesis doctoral sobre el pensamiento del filósofo catalán, al que definió como «leninista gramsciano». Antes, el profesor Francisco Erice, recientemente jubilado, alabó el rigor y el compromiso de Sacristán, al que calificó como verdadero intelectual orgánico del PCE, al estilo de Gramsci o Togliatti, pero sin el poder político, en manos en el caso español de Santiago Carrillo.
Pese al carácter disperso de la obra del filósofo (sólo publicó dos libros), generó gran cantidad de materiales de debate, erigiéndose en un verdadero activista como intelectual.




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